1996

La cuestión del comercio ilícito me preocupa desde hace tiempo. Como Ministra de Finanzas de Nigeria, mi país de origen, he visto cómo ese comercio perjudica a las sociedades y obstaculiza el crecimiento económico y el desarrollo. Si bien en muchos casos no es posible discernir la magnitud de ese comercio debido a su carácter clandestino, no se ponen en duda sus repercusiones. Los productos espurios constituyen una amenaza para la salud de las personas y sus medios de subsistencia. El comercio ilícito socava la actividad empresarial legítima, fomenta la corrupción y absorbe ingresos y recursos que necesitan los Gobiernos para alcanzar sus objetivos sociales y económicos prioritarios de importancia crítica. Y cuando los comerciantes ilícitos aúnan fuerzas con funcionarios y financistas corruptos, los efectos negativos se amplifican. Ningún país, desarrollado o en desarrollo, se ha librado de sus efectos.

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